A propósito de la IV Carta Abierta


Perdidos en un laberinto de palabras y símbolos 

Por Gastón Gutierrez y Matías Maiello

Los debates nacionales suscitados a partir del enfrentamiento entre el gobierno y las patronales agrarias abrieron un nuevo panorama entre la intelectualidad de nuestro país, dando lugar al agrupamiento de Carta Abierta que aglutina al sector de intelectuales solidario con las políticas kirchneristas y al pronunciamiento independiente de ambos bandos capitalistas contenido en la declaración “Ni con el gobierno ni con las entidades patronales del campo”. En varias intervenciones sobre los intelectuales y la crisis dimos cuenta de cómo este giro político de la intelectualidad K está basado en un “nuevo conformismo” ideológico ante los problemas del presente. Pero si ante la crisis nacional el apoyo al gobierno k ya era una muestra del conformismo imperante en gran parte de la intelectualidad nacional, ahora con la apertura de una crisis capitalista mundial de dimensiones históricas los protagonistas de Carta Abierta parecen haberse quedado un poco fuera de foco y...

Perdidos en un laberinto de palabras y símbolos 

La “IV Carta Abierta” haciendo uso del barroquismo que los caracteriza, menos por elección estética que por taras propias de la vida académica, abordan la situación nacional como a un “laberinto”. El sentido del “Laberinto Argentino” es dar cuenta de cómo las políticas “progres” y “nacionales” del gobierno de Cristina, según ellos en miras de conquistar una “democracia con justicia social”, no encuentran eco en el sentido común de los sectores populares.
Carta Abierta “lee” las medidas del gobierno haciendo una triste apología en la cual la política de pagar al Club de París y a los “Holdouts” es presentada como muestra de “soberanía” nacional, aunque cuenten obviamente con el beneplácito del “rescatista” Bush; o el “salvataje” nacional a Marsans viene a ser para ellos la “recuperación de la línea de bandera de AA” como sostuvieron en una solicitada común con Moyano y Yasky. Para Carta Abierta el problema no son las “medidas”, sino que éstas podrían ser entendidas de otro modo si el gobierno fuera capaz de dotarlas de “otro lenguaje”, que ofrezca una mayor explicación pública de sus porqués generando una adhesión popular.
El inconveniente para desplegar ese “lenguaje” es que en el “laberinto” se da una lucha por los significados de las acciones políticas, en donde es muy fácil ver cómo se permutan simbologías nacionales y banderas sociales. Un ejemplo ilustrativo serían las “miles de personas cantaban frente al estanciero Luciano Miguens, en el Monumento de los Españoles, ‘si éste no es el pueblo, el pueblo dónde está’”.
Los intelectuales K denuncian esto correctamente como “un trastocamiento general de los significados […] una inversión de los trazos habituales que unían las palabras con las cosas”. Y se preguntan “¿Cómo tratar la dislocación ocurrida entre hechos y símbolos?”
Completamente perdida en sus preguntas, Carta Abierta no encuentra las respuestas porque es incapaz de sustraerse del apoyo al gobierno. A ninguno de nuestros lúcidos ensayistas se le ocurre pensar que si ese trastocamiento es posible es a causa de que el propio kirchnerismo y sus aliados utilizaron en todos estos años una “inadecuación” similar a la hora de presentar los hechos de su gestión: el pago de la deuda como sinónimo de “mayor soberanía nacional”; los salarios por debajo de los niveles de 2001 y los planes sociales congelados en $150 como sinónimo de “democracia con justicia social”; la impugnación actual de los reclamos salariales como “defensa de los puestos de trabajo”; el enjuiciamiento de algunos militares emblemáticos como “la conquista de la justicia y el fin de la impunidad” mientras en el Estado mismo siguen en funciones miles de genocidas y la causa de J. J. López tiene como imputados a los abogados querellantes y no a sus verdaderos culpables.
Es que su crítica sobre la “inadecuación de símbolos y hechos” tiene un límite auto-impuesto imposible de ser flanqueado por muchos de los funcionarios que participan del espacio y que ni siquiera se percatan del patetismo intelectual en el que cayeron diciendo que esto es “luchar por la verdad”. Sólo en un cerrado círculo de lectores del diario oficial puede ser presentado el gobierno como un “operador de la verdad”, algo un poco más aventurado de sostener en el más prosaico mundo cotidiano de la inflación y los bajos salarios. 

“Neoliberalism It’s capitalism, stupid” 

Hace unos años el intelectual marxista Perry Anderson, en un escrito que no carecía de pesimismo, señalaba que el neoliberalismo era “la ideología más exitosa de la historia mundial”, la más fuerte con la que contaron las clases dominantes en toda su historia. El triunfalismo capitalista era tal que directamente borraba del imaginario posible una alternativa a la imposición del reino del libre mercado del capital. Junto con esta afirmación, que para Anderson significaba abordar la lucha ideológica desde el escepticismo político, tenía el resguardo de señalar que “una depresión de proporciones no muy distintas de la del período de entreguerras estaría en condiciones de zarandear los parámetros del consenso actual.”1
Actualmente estamos asistiendo fuertemente a los inicios de este “zarandeo” de los parámetros del consenso ideológico. Aunque la deslegitimación de la ideología neoliberal comenzó hace más de un lustro, sobretodo desde el movimiento “no-global” en adelante, y para nosotros desde las movilizaciones de 2001, actualmente la fenomenal crisis capitalista en curso está comenzando a dar por tierra con esa poderosa ideología que expresaba toda una serie de derrotas de la clase obrera y dará paso a una nueva escena ideológica y a nuevas confrontaciones.
Carta Abierta suele tomar como trasfondo general de sus cartas contra la oposición “agro-mediática” y el sentido común reaccionario “clase mediero” una crítica a la herencia de varias décadas de ideología neoliberal. Sin embargo, el neoliberalismo no sería para ellos más que un “capitalismo malo”. Ahora, cuando el capitalismo muestra su bancarrota la “nueva” idea de Carta Abierta es renovar las ilusiones en que otro capitalismo es posible de la mano de un Estado intervencionista que vaya modificando gradualmente las penurias sociales que genera la economía capitalista. 

El proyecto de un conformismo posneoliberal 

Así, Carta Abierta en su documento “Sin Estado no hay Nación”: “el Estado, como principal esfera receptora de las tensiones y contradicciones entre clases y sectores sociales, privatizó sus potestades intervencionistas en materia económica, transfiriéndolas al mercado. Liberadas las fuerzas asimétricas de los agentes económicos de los límites impuestos por la institución que debía velar por los intereses colectivos, el rumbo económico apuntó a la concentración de la riqueza, el empobrecimiento y la desarticulación del aparato productivo”.
Lo que no registran, o lo hacen “hipócritamente”, es que si en EEUU la vuelta del Estado comenzó por un gigantesco salvataje a bancos y capitales, en Argentina la intervención estatal ante la crisis, tan solicitada por Carta Abierta, pretende comenzar garantizando los distintos pagos de deuda llegando hasta los famosos “fondos buitres” otrora tan vapuleados por el mismo gobierno.
Parafraseando a Carta Abierta lo primero que habría que decir es que “con Estado subordinado al capital financiero internacional no hay Nación”. Todas los discursos sobre “velar por los intereses colectivos” que no partan de la ruptura de la subordinación al imperialismo, es decir, del no pago de la deuda externa, de la nacionalización sin indemnización de los recursos naturales y servicios públicos entregadas a los capitales imperialistas por el “neoliberalismo”, etc., no es más que una impostura, o una ilusión reaccionaria en el mejor de los casos. Para mantener estas ilusiones, muchos intelectuales K esgrimen el consuelo de la teoría del “desacople” basada en el supuesto de que la crisis económica compete sólo a Wall Street y no a la economía nacional. Sin embargo, la tendencia a una recesión internacional, ya sea a través de Brasil o directamente, profundizará la incipiente “desaceleración” de la economía nacional trayendo mayores tensiones entre las mismas clases dominantes y mayor lucha de clases. 

Las “ilusiones institucionalistas” del conformismo 

Pero los intelectuales K no suelen ser muy agudos en el análisis de los escenarios de crisis, o alguien recuerda como el “golpismo sin sujeto” y la “reacción destituyente” culminó con el institucionalizado voto de Cobos. En realidad si la derecha campestre hubiera tomado ese camino habríamos visto la impotencia del propio gobierno. Como ya la vemos en Bolivia donde la derecha apela a la acción directa más fascista y luego a la mesa de negociación, en un juego en el cual el gobierno de Evo no se propone derrotarla con la movilización de las masas sino apelar a esta última sólo para presionar a la derecha bajo la ilusión de contenerla en los marcos institucionales.
Es que acompañando la idea de que el Estado será el sujeto de los cambios históricos está la “ilusión institucionalista” como estrategia con la que gran parte de la intelectualidad nacional piensa la situación argentina y latinoamericana. 

Llamar a las cosas por su nombre 

Hasta hace poco los intelectuales K pensaban que nadaban a favor de la corriente. Los gobiernos progresistas o populistas emergían en América Latina, ahora, más asustados, todavía lo piensan, al neoliberalismo le seguirá un “capitalismo bueno”, a este el reformismo, y luego la tierra prometida que sería la “democracia con justicia social”. Un esquema gradualista que dejaría atónito a un intelectual tan citado por ellos como Walter Benjamin. Parafraseando una de las Tesis sobre el concepto de historia de este último, podríamos decir que nada ha hecho más estériles desde el punto de vista crítico los sucesivos pronunciamientos de Carta Abierta “como la opinión de que están nadando a favor la corriente”.
Intentando salir del “Laberinto Argentino”, los intelectuales K se preguntan “¿Cómo tratar la dislocación ocurrida entre hechos y símbolos?” La respuesta es sencilla: llamar a las cosas por su nombre. Si las crisis son el momento de la verdad, mejor dejar de lado las ilusiones… 


1 Perry Anderson, “Renovaciones”, NLR.

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