Derecho a la maternidad
Derecho a la maternidad

por Mayra Schneider, trabajadora del Casino de Buenos Aires

Las mujeres, a quienes este sistema nos condena a sufrir la explotación como a nuestros compañeros de clase, también debemos vivir cotidianamente contradicciones que atraviesan nuestras vidas y nos resultan difíciles de develar. Las clases dominantes nos imponen su ideología, su estética y sus conductas como modelos a imitar. Desde niñas nos dicen que tenemos que esperar un príncipe azul para casarnos y ser felices para siempre, que debemos ser "femeninas" y delicadas, estar hermosas e impecables en todo momento... pero, a la vez, que tenemos que ser fuertes, incansables, que al trabajo fuera del hogar hay que sumarle el trabajo dentro de la casa, que para eso estamos.
Una de esas contradicciones a la que estamos sometidas es la maternidad. ¿Por qué contradicción? Porque nos enseñan de pequeñas a jugar con muñecas, nos dicen que no nos realizaremos plenamente como mujeres si no somos madres; pero cuando tenemos hijos, no nos quieren en ningún trabajo o si estamos trabajando y quedamos embarazadas, nos despiden.
La maternidad siempre ha sido usada como un estandarte por el sistema según su conveniencia: cuando los hombres fueron enviados a la guerra, se crearon guarderías para los hijos de las mujeres que salieron a ocupar esos puestos de trabajo vacantes. Cuando los hombres volvieron del frente y hubo que mandar a las mujeres de regreso al hogar, los gobiernos hicieron propaganda a favor de la maternidad y de las bondades de ser un ama de casa, esposa dedicada. ¡Hasta inventaron el festejo del Día de la Madre! Tanto el fascismo como el régimen stalinista en la ex Unión Soviética premiaban a las mujeres que parían hijos para el engrandecimiento del "estado". Incluso las dictaduras militares en nuestro país hablaban de la necesidad de "poblar la Argentina", prohibiendo hasta la venta de anticonceptivos. La Iglesia, por su parte, trata la maternidad como una condena: "¡parirás con dolor!" y, prohibiendo el derecho al aborto, empuja a niñas y adolescentes abusadas a la maternidad obligatoria y traumática y a tantas miles de mujeres las condena al aborto clandestino. Pero la "madre iglesia" ampara bajo su brazo a genocidas, violadores y pederastas, mientras echa de sus colegios a las jóvenes que quedan embarazadas.
Aunque la publicidad y las telenovelas siempre nos muestren madres felices con sus hermosos bebés, ¿es igual la maternidad de Cristina Fernández de Kirchner que la de las docentes santacruceñas, que envían a sus hijos a escuelas rodeadas de gendarmes? ¿Podría compararse la maternidad de las esposas de los empresarios de la UIA con la de las mujeres desocupadas que llevan sus hijos a cuestas mientras juntan cartones y otros materiales que desechan las corporaciones, para sobrevivir? ¿Y por qué se condena a la mujer que elige o se ve obligada por las circunstancias a interrumpir un embarazo no deseado y nadie condena a las empresas que, con sus ritmos extenuantes y las condiciones insalubres de trabajo provocan abortos espontáneos a las trabajadoras embarazadas?
Ser madres en el capitalismo tiene otro sabor para las mujeres trabajadoras y de los sectores populares: la educación y la salud pública están cada vez más deterioradas; nuestros salarios no llegan a fin de mes pero las jornadas laborales son cada vez más largas por las horas extras; no tenemos tiempo para compartir con nuestros hijos... Traemos niños al mundo, y aunque los amamos, sabemos que no podemos garantizarles un futuro muy diferente al de nuestra realidad de asalariadas.
Luchar por los derechos de la mujer trabajadora es también luchar por el derecho a ser madres, cuando nosotras lo deseamos y en las mejores condiciones: derecho a licencias y guarderías pagadas por la patronal y el Estado, a tener un trabajo y un salario que cubra la canasta familiar, a contar con educación y salud gratuitas y de calidad. ¡Queremos las mejores condiciones para criar a nuestros hijos! Con esa perspectiva, luchamos por los derechos de las mujeres trabajadoras, contra la opresión y la explotación, cargando sobre nuestras espaldas "una partícula del destino de la humanidad."
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