La estadistica oficial refleja en alimentos una tendencia contraria al resto del mundo


INDEC: precios con un toque mágico

La inflación dejaría de ser un problema, porque no sólo estaría bajo control sino en franca caída.

Por:  Daniel Muchnik

Entre enero y mayo del 2008 los precios de los alimentos aumentaron un 3,8 por ciento. Representa, en promedio, menos del 0,9 por ciento por mes y en tendencia descendente, porque en mayo la suba llegó a ser sólo del 0,1 por ciento, según los datos aportados por el INDEC.

En consecuencia, siguiendo los números del INDEC, la Argentina está inmune al crecimiento mundial de los precios que en otras latitudes está evidenciándose con estruendo y el rechazo colectivo.

Y además, lejos de incrementarse el ritmo de estiramiento de precios de los alimentos por el paro agropecuario, los mismos se fueron reduciendo con un toque mágico. A tal punto que este mes los retoques son menores a los del año pasado, que dio mucho que hablar en materia inflacionaria.

Así, los datos oficiales desmienten los dichos de las más altas autoridades del Gobierno que acusan al paro agrario o "lockout agropecuario" de ser responsable del aumento de los precios de los alimentos y de la mayor inflación.

Más todavía: la inflación dejaría de ser un problema, según las voces oficiales, porque no sólo estaría bajo control sino en descenso. Y eso lleva a otro contrasentido, a una ironía, a un mensaje de características esquizofrénicas: ¿Por qué, desde el Gobierno se insiste en que impera un rebrote de precios cuando según el INDEC estaría pasando lo contrario? ¿O acaso el propio Gobierno no le cree al INDEC intervenido?

Estas inquietantes contradicciones son otra manifestación del grado de deterioro y falta de seriedad, credibilidad y destrucción en la que ha caído el sistema estadístico nacional.

El nuevo IPC que nació a partir de la información divulgada en los últimos días es aún menos creíble que el anterior , que ya era sospechado de manipulación. Por primera vez en su historia, el INDEC dio a conocer este nuevo indicador sin explicar los cambios, sin someterlos a una imprescindible discusión académica, sin evaluarlo durante un tiempo para analizar su verdadera y eficaz consistencia.

El apuro en difundirlo parece reflejar más la necesidad de hacer una suerte de "punto final" a los más de 20 puntos de diferencia inflacionaria que se dibujó con el anterior índice y que ahora actúa como una especie de "borrón y cuenta nueva".

El INDEC no dio detalles de la forma en que se compone la nueva canasta de bienes y servicios, cuáles son sus ponderaciones, de qué manera se imponen las "canastas móviles" o por qué dejaron de computarse determinados bienes y servicios que servirían para una evaluación más seria.

En el comunicado de prensa mensual se achicó la información desagregada. Por ejemplo no aparece el rubro "comidas fuera del hogar" o la "medicina privada" factores de uso constante por gran parte de la población. Tampoco se toma en cuenta la lista de precios de los alimentos básicos, una información clave para que los consumidores comparen sus compras con los relevamientos del organismo.

La canasta de bienes y servicios anterior incluía 818 variedades. Ahora quedó reducida a 440. Puede decirse entonces que gran parte de la realidad que enfrenta la gente no está presente. Con qué criterio, con qué parámetros, con qué metas, objetivos y propósitos se hizo esta reducción nadie los sabe. Y sucede sin valorar que en los últimos años aparecieron más productos y servicios porque el consumo se amplificó y diversificó.

El nuevo IPC debutó con una "aclaración o nota metodológica" de no más de media carilla de extensión. Esto es, por sobre todo, un insulto a toda la comunidad estadística, a los usuarios y a la sociedad argentina. Además profundiza la desconfianza y la definitiva ausencia de credibilidad. Así nada se sabe del rumbo real de la economía, todo lo cual da margen a cualquier tipo de especulación en torno al ocultamiento de la verdad.

A esta altura de los acontecimientos, el INDEC debería ser intervenido por una Comisión de Expertos Independientes para que reestructuren en serio ese instituto. La Argentina no puede gastar más de 120 millones de pesos anuales para sostener un centro de estadísticas que sólo sirve para el engaño y la paralización de inversiones.

Clarin 16/6/08

 

 

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