Y YA LO VE, Y YA LO VE, AHORA SON DOS LAS CGT

Moyano con Kirchner, Barrionuevo con Duhalde

Por: Titin Moreira

La nueva CGT con Hugo Moyano a la cabeza y la fractura del sector de Luis Barrionuevo, armando una mini CGT, la Azul y Blanca, ocuparon los titulares de todos los diarios. ¿Qué hay detrás de este realineamiento de la burocracia sindical peronista? Las divisiones en el Partido Justicialista provocadas a partir de la crisis nacional tras el conflicto entre el gobierno y las entidades patronales agrarias, se colaron como era previsible en la cúpula de la CGT. La debilidad palpable del kirchnerismo dio vía libre a que distintos sectores cuestionaran abiertamente al oficialista Secretario General Hugo Moyano.
El camionero, ya sin el respaldo de Juan Manuel Palacios, su viejo socio en la fundación del MTA en época de Menem, –que fue desplazado en la UTA- estaba siendo fustigado en mayor o menor medida por varias alas de la burocracia sindical. El gastronómico Luis Barrionuevo era el más hostil. Pero los “gordos” (Pedraza de la Unión Ferroviaria, West Ocampo de Sanidad, Cavallieri de Comercio) exigían para volver a la conducción de la CGT recortar el poder del Secretario General. A su vez, la hoy fortalecida UOM con alrededor de 200.000 afiliados, contando con el apoyo del matrimonio presidencial, salió a pelear un liderazgo compartido –junto a Moyano- en la cúpula de la CGT. Los gremios “independientes”, los estatales de UPCN de Andrés Rodríguez y la UOCRA de Gerardo Martínez, pese a los duros enfrentamientos físicos entre las patotas de estos con los camioneros, acompañaban a Moyano, lo mismo que el SMATA de José Rodríguez.
El resultado de las disputas, plasmado en el Congreso del 8 de julio, es que Moyano fue reelecto por una lista única, de consenso. Su poder está recortado, ya que la UOM colocó a Juan Belén como Secretario Adjunto, y debió repartir cargos para los “Gordos”. El mismo Moyano lo aclaró en su asunción: “Este consejo directivo va a actuar colegiadamente”, como respuesta a las críticas que venía recibiendo por “cortarse solo” y tomar decisiones sin consultar.
Es una CGT a pedido de la presidenta Cristina Kirchner, tanto o más oficialista que la anterior. Pero a su vez con mayor protagonismo del “sector industrial”. Una CGT para seguir perpetuando la política de techos salariales y al 60% de la clase trabajadora en condiciones laborales precarias o directamente en negro, por fuera de los convenios colectivos de trabajo. Y que además, ya está buscando un acuerdo con Barrionuevo. “La unidad puede venir antes de la elección o después” como dijo que le enseñó Lorenzo Miguel. Nada pueden esperar los trabajadores de esta nueva conducción, a no ser traiciones y entregas a granel.
La mini CGT del recontralcahuete
Barrionuevo, toma distancia y fractura la CGT porque tiene detrás el apoyo de Duhalde (aunque algunos dirigentes del sector de los “Gordos” también responden a Duhalde y se quedaron en la CGT de Moyano) y seguramente del sector disidente del PJ que surgió con la crisis con el campo como Felipe Solá, Reuteman, De la Sota, Rodríguez Saá, etc. Están con él gremios menores aunque algunos como plásticos, químicos, vidrio y papel tienen importancia. Barrionuevo se ubica como opositor al gobierno, criticando la política hacia “el campo” y a los ministros De Vido y Tomada. En su demagogia dice que va a reclamar un salario mínimo de $1.500, y se ufana de que consiguió un 30% de aumento para su gremio, frente a los 19,5% de Moyano. Puro verso, el autodenominado “recontralcahuete de Menem”, critica al gobierno de los Kirchner pero para defender los intereses tan reaccionarios de la gran patronal ruralista, como su jefe Eduardo Duhalde.
La CGT, como pocas veces en la historia de nuestro país, se ha convertido en un botín de las distintas fracciones burguesas que dirigen el PJ. Del viejo y reaccionario grito de “los sindicatos son de Perón” ahora pasamos a los sindicatos “son de Cristina o de Duhalde”.
La burocracia sindical es una casta de dirigentes millonarios, agentes directos del gran capital en las filas de los trabajadores. Incluso se han transformado –en muchas oportunidades- en socios directos de los grandes negociados como fue en la década de las privatizaciones. Es el caso de los dirigentes de Luz y Fuerza en las centrales eléctricas, de los de la Unión Ferroviaria en varios ferrocarriles, por nombrar sólo algunos. Para defender los derechos de la clase obrera hay que barrer con todos estos dirigentes. Hay que recuperar los sindicatos para los trabajadores, como hicieron los ceramistas de Neuquén y los compañeros de Fate con la seccional San Fernando del SUTNA. 

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