Postales del caos. Ascensores que no andan; mangueras desaparecidas; bolsas de basura por todos lados y trabajadores que hacen lo que pueden.
La crónica parece repetida, pero no lo es. El hospital escuela donde se forman los médicos que egresan de la Universidad de Buenos Aires está en condiciones deplorables. Hay baños inundados, residuos patológicos en lugares inadecuados, ventanas rotas, goteras, instalaciones eléctricas en mal estado, sólo funcionan cuatro de los 23 ascensores y no hay insumos para atender a los pacientes. Crítica de la Argentina recorrió las 17 plantas del Hospital de Clínicas dependiente de la UBA y comprobó el lamentable estado de sus instalaciones. Durante 2007 la Sindicatura General de la Nación ya había reflejado esta realidad en un lapidario informe.
“Este hospital tiene tres funciones esenciales: brindar atención de calidad a sus pacientes, formar a los médicos de la universidad pública y fomentar la investigación científica. Hoy no está cumpliendo con ninguna”, afirmó Raúl Benavente, cirujano desde hace 27 años y jefe de guardia de los días miércoles en el Clínicas. “No podemos hacer análisis básicos como hemogramas porque el laboratorio de terapia no tiene los reactivos y el equipo está descompuesto”, afirmó el profesional. La crisis impacta duramente en el sector quirúrgico, donde los pacientes deben esperar semanas para operarse. Las demoras tienen explicación: “de los 21 quirófanos sólo funcionan seis porque los respiradores tienen rotas las tubuladuras y no hay presupuesto para cambiarlas”, detalló Benavente. Y agregó: “Nos vemos obligados a comprarles los medicamentos a los pacientes con la caja chica de la guardia, porque la farmacia esta prácticamente vacía”. Alfredo Buzzi, decano de la Facultad de Medicina, afirmó que “el hospital tiene un problema de presupuesto porque es insuficiente y ha habido una mala administración, pero también tiene un serio problema de infraestructura edilicia, ya que desde que se inauguró en 1970 prácticamente no ha tenido mantenimiento”.
En sus 17 pisos y 135.000 metros cuadrados se atienden por año unas mil consultas ambulatorias diarias y se realizan entre ocho y nueve mil cirugías.
“Pero estamos funcionando a un 30% de nuestra capacidad operativa”, opinó Benavente. Según fuentes de la Asociación del Personal no docente (APUBA), en 2003 el hospital tenía 370 camas y 3.000 agentes de planta; en la actualidad hay 3.500 trabajadores y sólo 160 camas. “La situación empeoró, se efectúan gastos injustificados y se cometen irregularidades en la administración de los fondos, pero no se mejora el servicio”, aseguró Miguel Skandar, delegado general de APUBA.
El presupuesto que la Universidad le asigna al hospital es de 46 millones de pesos anuales, a lo que hay que sumarle una facturación promedio de entre 12 y 15 millones por la atención a pacientes privados, de obras sociales y prepagas. Sólo en salarios se gastan 86 millones. “El desfinanciamiento es evidente y explica la causa principal del estado general del Clínicas”, añadió el dirigente sindical.
POR LOS PASILLOS. Caminar por los pasillos del hospital no es agradable: hace frío, hay que esquivar escombros y bolsas con residuos patológicos, los ascensores no funcionan y las escaleras son un peligro. “No hay calefacción porque las calderas de alta presión están descompuestas”, explicó Américo, empleado de servicios generales. Junto a un grupo de trabajadores, el cronista recorrió diferentes áreas del establecimiento y constató el deterioro. “Las cañerías, la instalación eléctrica y la red de gas están destruidas, no hay baños en las salas, los pacientes se tienen que traer sus propias sábanas porque las que hay están destrozadas”, explicaron Silvia, de maestranza, y Adalberto, auxiliar de cocina. Este último agregó: “La comida para los pacientes no alcanza, hay semanas que cocinamos sin carne porque no tenemos presupuesto para comprarla y tampoco podemos darles las dietas especiales a los pacientes que las necesitan”. Uno de los electricistas del hospital, Juan, recordó un grave hecho ocurrido en 2006 que puso de manifiesto la crisis: “una paciente a la que estaban operando recibió una descarga del electro bisturí, se le incendió el cuerpo y como no había matafuegos en el piso, no se pudo apagar a tiempo y se murió”. Una gran parte de estas irregularidades y anomalías fueron detalladas en un informe difundido el año pasado por la Sindicatura General de la Nación. “Pero lamentablemente estamos peor que entonces y nadie hace nada al respecto”, finalizó Skandar.
Este diario intentó comunicarse con el interventor a cargo de la Dirección del hospital, Ernesto Carmelo Da Ruos, pero nunca contestó los llamados.
(Critica Digital 1/6/08)