El viernes último Martín Lousteau renunció al cargo de ministro de Economía. Su renuncia responde al agotamiento del “modelo” de dólar alto, acompañado retenciones y subsidios a las grandes empresas1.
Este agotamiento fue destacado por muchos analistas en las últimas semanas. Cada vez es más difícil contentar a todos los grandes capitalistas. Lo que sucede es que la suba acelerada de precios, está golpeando sobre el corazón del esquema económico, y refleja el primer impacto en Argentina de los cambios en la situación internacional, con la crisis financiera con centro en EE.UU. y la crisis alimentaria, que aceleraron la suba de los precios de los granos.
El alejamiento definitivo de Losteau, está relacionado con sus declaraciones públicas sugiriendo que sería positivo que la economía creciera al 5,5% o 6%. Claramente, una propuesta de enfriamiento de la economía, que el gobierno rechaza. El cambio de ministro es consecuencia de la división que empieza a darse entre los otrora unánimes impulsores del esquema de crecimiento. Al calor de las tensiones del agotamiento, que se han ido agravando con la inacción del gobierno frente a la inflación, empieza a haber voces que insisten en un cambio de rumbo y sugieren un “enfriamiento de la economía”, y frente a ellos, quienes sugieren un “service” (léase nuevas devaluaciones) para el esquema actual. Veamos a qué se juega cada uno.
Los impulsores del enfriamiento
Los “enfriadores” no son otra cosa que los viejos impulsores de las políticas de corte neoliberal. Gracias a la persistencia del gobierno en negar la inflación, han levantado cabeza economistas que habían caído en la irrelevancia como el ex ministro menemista Roque Fernández del CEMA, y Miguel Angel Broda, entre otros, a los que se suman el economista de la Coalición Cívica de Elisa Carrió, Alfonso Prat Gay, o Carlos Melconian, que llegó a mencionarse como uno de los postulados por el gobierno para reemplazar a Lousteau. Estos economistas critican los controles de precios y aspiran a liberarlos -especialmente las tarifas de las empresas de servicios públicos- poniendo fin a los subsidios.
Quieren reducir el gasto público, sosteniendo que es fuente de corrupción -pero las partidas que suelen atacar son las del gasto social y la inversión pública. Son también partidarios de permitir que la moneda se revalúe, y subir las tasas de interés para que suban los depósitos y baje el consumo. Por último, sus propuestas también incluyen limitar o hacer caer los salarios nominales para “ganar competitividad”. Toda esta serie de medidas conducen a contraer la demanda, para bajar la presión sobre la oferta de bienes, y así, supuestamente, bajarían las presiones inflacionarias.
Los beneficiarios serían los sectores capitalistas más concentrados, que se verían menos afectados por la suba de costos en dólares, y el capital extranjero que con la apreciación de la moneda está en mejores condiciones para adquirir empresas locales. Un especial beneficiario son los concesionarios de los servicios públicos, y también los tenedores de bonos en pesos.
Estas medidas tendrán como consecuencia acelerar la concentración económica, y alentar una aún mayor extranjerización. La concentración y la contracción económica, significarán despidos y reducción de salarios. Es decir que para “enfriar” la economía y contener la inflación, se proponen atacar directamente el empleo y la capacidad de consumo de los trabajadores.
El denominado “service del modelo”: nueva devaluación del peso
Frente a los “enfriadores” tenemos a quienes proponen un “service” para el actual esquema. Este “service”, pasa por dos medidas centrales. La primera es una nueva devaluación moderada del peso. Ya desde marzo la UIA declaró -aunque después lo negó- que hacía falta una nueva devaluación. Reclaman que sus costos en dólares están llegando a los niveles previos a la devaluación. Solamente si el peso vuelve a caer en relación con el dólar, podrán recuperar competitividad, afirman. Llegaron a insinuar que sería necesario que el dólar llegara a cotizar a $4. Insisten en la importancia de una nueva devaluación, aún cuando algunos estudios reconocen que el costo salarial en dólares sigue un 27% por debajo de los niveles previos a la devaluación2.
Para que nos demos una idea de las consecuencias de una devaluación sobre los ingresos de los trabajadores, no tenemos más que mirar al año 2002 y la megadevaluación del peso. Durante ese año, el salario real cayó un 30%. Pero gracias a la devaluación, los costos salariales cayeron incluso más, llegando al 66% en 20023. Los popes de la UIA, aspiran a reeditar estos resultados. Para incrementar su “competitividad”, buscan acercar nuestros salarios a los miserables “salarios chinos”. Aunque los efectos hoy serían más limitados porque la devaluación impulsada es de menor magnitud, las consecuencias para los trabajadores serán igualmente nefastas más aún teniendo en cuenta que en el actual período estamos frente a un proceso de escalada inflacionaria. Una nueva devaluación, no haría más que acelerar los aumentos de precios, especialmente de los alimentos que tienen precio dólar y pesan mucho en el costo de vida. Para que esto no repercuta en nuevos reclamos salariales, los exponentes de este grupo plantean una segunda medida: que no haya reapertura de paritarias, es decir que todos los costos del lockout agrario y de la devaluación que quieren imponer, los paguemos los trabajadores.
El gobierno: no enfriar = enfriamiento del salario
Mientras que esta puja se desarrolla, el gobierno ha salido a decir que la economía no se enfría. Nos quieren convencer de que no enfriar la economía es equivalente a una mejora sostenida en los ingresos de los trabajadores. Sin embargo, como mostramos en EconoCrítica, ya desde 2007 han venido impulsando un enfriamiento del salario, cuyo poder adquisitivo viene cayendo gracias a los techos salariales, fijados por las paritarias en niveles inferiores a la suba de precios. La consecuencia ya venía siendo una caída del salario real.
Pero muy particularmente, durante los primeros meses de este año, con la inflación que pegó un salto luego del lock out agropecuario, se ha vuelto noticia en todos los diarios el hecho que el salario se viene ubicando claramente por debajo de la inflación. Los precios han subido un 9 o 10% sólo en los primeros cuatro meses del año. La inflación estimada para todo el año ronda ya el 30%. Los acuerdos salariales que se están pautando, rondan el 20%, y en la mayoría de los casos de manera escalonada. La inflación está pulverizando los aumentos salariales. Esta es la principal “medida” que el gobierno intenta imponer. De este modo, la mentira de no enfriar la economía para resguardar el consumo de los trabajadores, se traduce en una clara política de enfriamiento del salario que por supuesto ataca la capacidad de consumo de los asalariados.
Todo parece indicar que el enfriamiento del salario irá de la mano con nuevas minidevaluaciones de la moneda (que se está moviendo alrededor de $3.20 por dólar) y con algunas otras medidas de enfriamiento parciales (como incremento de las tarifas) que se sumen a la contención de los salarios.
Lejos de la etapa de la redistribución y la defensa del consumo de los trabajadores que viene anunciando Cristina Fernández, el gobierno buscará por esta vía salvar al actual esquema económico y sostener las rentas que se apropian los grandes capitalistas sin excepción. El pacto social con la UIA, la patronal agraria y los sindicatos, tendría como base este nuevo saqueo al salario, que será la base para buscar restablecer un esquema en que todos los capitalistas ganen como en los últimos años.
Sin embargo, esto está lejos de resolver el agotamiento del esquema. Si en los mejores años del ciclo económico no ha habido fuertes inversiones productivas4, sino que los grandes empresarios han aprovechado la capacidad instalada ociosa y el bajo costo, para amasar ganancias extraordinarias, sin apostar demasiado a que estas condiciones favorables se mantengan, es menos probable que las nuevas inversiones se concreten ahora. Eso pone un límite a las posibilidades de relanzar el esquema. Por tal motivo, las divergencias entre los que bregan por un enfriamiento y los defensores del esquema de dólar barato, no serán resueltas por las medidas que pueda tomar el gobierno en pos del Pacto Social, y las dos “salidas” volverán a plantearse más temprano que tarde. Especialmente porque tampoco serán resueltas las tendencias inflacionarias, aunque eventualmente podrían contenerse durante un tiempo a costa de una caída del poder adquisitivo de los salarios. En definitiva, las cartas del agotamiento del esquema económico basado en la devaluación, ya están echadas.