Las consecuencias de un enfriamiento de la economía

Jueves 8 de mayo de 2008

Por Paula Bach


Cuando se escucha hablar de “enfriamiento de la economía” resuena en los oídos la cantinela de las recetas clásicas del Fondo Monetario Internacional. No muy lejos de ello se encuentran las medidas que, con mayor o menor énfasis, vienen sugiriendo frente a la inflación, personajes más o menos tributarios de la ortodoxia neoliberal. Un arco variado que incluye a Martín Redrado (actual Presidente del Banco Central), Alfonso Prat Gay (de la Coalición Cívica de Elisa Carrió), al menemista Melconian, hasta al kirshnerista Curia y al saliente Martín Lousteau, se presenta hoy como impulsor de esas políticas.

Parten de constatar el hecho que existe un crecimiento de la demanda mayor que el crecimiento de la oferta. Por ejemplo el economista Miguel Kiguel señala que “mientras que la demanda aumenta a un nivel de 8%, la oferta crece sólo a un 4%. Eso genera inflación” (minutouno.com). Pero detrás de este hecho presentado como una suerte de “razón divina” o “natural” de la economía, se encuentran dos factores fundamentales. Primero que a los empresarios les interesa mucho más vender en el mercado internacional con lo cual retacean la oferta interna y segundo, aunque fundamental, los escasos niveles de inversión incongruentes con un crecimiento promedio anual de la economía de más del 8%.

La condena por supuesto no está dirigida hacia sus amigos capitalistas sino, como no podía ser de otro modo, hacia los trabajadores y los sectores populares. Es por ello que las soluciones para que “demanda y oferta coincidan” poniendo un “freno a la inflación”, resultan ser las clásicas medidas de ataque directo al consumo, de contención del gasto público, de aumento de las tarifas y de la tasa de interés y “control” de los salarios.

El aumento de la tasa de interés está fundamentalmente dirigida a encarecer los créditos al consumo, incrementando el “ahorro” (léase la afluencia de dinero a los bancos bajo la forma de depósitos). “Control” de los salarios significa “no reabrir las negociaciones salariales ya cerradas este año y cerrar las que restan con una pauta similar” (frase atribuida al documento que Lousteau habría entregado al gobierno antes de su renuncia). El aumento de tarifas tendría un impacto importante sobre el consumo y a su vez permitiría reducir parte del gasto público, destinado hasta el momento a mantenerlas bajas. Contener el gasto público significa retraerlo en jubilaciones, salud y educación además de eliminar los subsidios del gobierno para provocar un sinceramiento de precios. Es decir, persigue que el Estado “ahorre” para destinar más fondos al pago de la deuda externa.

La combinación de estas medidas acabaría probablemente frenando el alza de los precios pero a costa de un crecimiento menor de la economía y un congelamiento de los salarios. El crecimiento menor de la economía se resolvería en cierres de las empresas más vulnerables y mayor concentración de capitales.

Los cierres se resolverían en despidos, con el consecuente aumento de la desocupación, que perseguiría un nuevo disciplinamiento de los trabajadores. Nuevamente no está escrito que los trabajadores vayan a soportar un ataque semejante luego de las experiencias del 2001 y la voluntad de resistencia frente a los despidos demostrada a lo largo de los últimos años. Muy probablemente, este “otro extremo del hilo” también acabe recalentando la lucha de clases.

( Econocritica Nro.2/08 )

 
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