El discurso de mano dura y criminalización de la pobreza que se agitó en San Isidro -y en las filas del gobierno de Scioli- es parte de una ideología que representa el sentir de las clases acomodadas que temen por su suerte personal y su propiedad privada, ante la miseria y la degradación generada por la descomposición de la sociedad capitalista.
Esta ideología reaccionaria exige que el Estado cumpla con su papel de guardián. Repiten al mentor teórico del Estado moderno Thomas Hobbes quien formuló la idea de que el Estado es fuerza. Para este pensador inglés la sociedad vive una guerra de todos contra todos. Entre los hombres, iguales en cuanto a sus pasiones y deseos, existe el deseo de quienes no tienen propiedad o de quienes tienen menos que otros, por tener aquello que es del disfrute de los que más tienen. Esa es la base del desgarro social y el enfrentamiento. Hobbes lo formula de la siguiente manera “El hombre es el lobo del hombre”. La única forma de evitar esta lucha es con un poder superior al que todos los hombres teman, una fuerza a la que la sociedad ceda su soberanía, para evitar la guerra de todos contra todos y hacer respetar la paz y las leyes que regulen la vida en sociedad.
El llamado a reforzar la seguridad, endureciendo penas y dándole mayor poder a la policía, se lo presenta como defensa de la vida, o “derechos humanos de los ciudadanos y no de los delincuentes”, según el léxico reaccionario. El filósofo Michel Foucault en su Crítica a la razón política, explica la definición del Tratado de policía, escrito por De Lamare en 1705 donde se sostiene que la policía es un cuerpo de vigilancia que tiene que velar sobre once preocupaciones diferentes, entre ellas: las fábricas, la servidumbre, los peones y los pobres, es decir la propiedad privada y quienes carecen de ella considerados una amenaza potencial. Para De Lamare la policía vigila todo lo que afecta a la felicidad de los hombres, lo que reglamenta a la sociedad y como conclusión afirma que la policía vigila todo lo viviente.
Los socialistas revolucionarios consideramos que la amenaza a la vida y la pequeña propiedad de las familias trabajadoras y desposeídas está en la subsistencia del régimen social y político capitalista, con su secuela de explotación, saqueo e impunidad. Con la irracionalidad de su dirección económica y su búsqueda constante de lucro. Que no es la igualdad lo que produce el desgarramiento y enfrentamiento social, sino precisamente la desigualdad. Y que el Estado capitalista es el garante de esta desigualdad, una fuerza que se ejerce contra la sociedad, pero no por común acuerdo de sus integrantes, como planteaba Hobbes, sino como máquina de opresión al servicio de las clases propietarias de los medios de producción y de cambio, sobre una mayoría explotada de obreros, campesinos y pobres de todo tipo. Es una fuerza que somete a todo un sector de la población a los caprichos y necesidades de otro. En este sentido, sostenemos como Federico Engels, que el Estado es una “banda de hombres armados” que amenaza constantemente a la juventud y al pueblo trabajador
LVO - Facundo Aguirre
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